sábado, 29 de diciembre de 2007

La soledad es estar con uno mismo

La soledad es una medicina que nos tomamos por gusto propio. Es amarga pero placentera como una taza de chocolate caliente. La soledad no es una opción, es algo que tenemos cada día y llenamos con la compañía de otros que como nosotros, se sienten solos.

Aceptarla es lo más digno, lo más duro, lo más difícil. No es ir al cine solo. No es pasar la tarde del domingo frente al televisor. La soledad que nos agobia a todos es la de los miles de pensamientos que producimos en un instante y que sólo nosotros conocemos; estamos pensando sobre el color de las cortinas mientras decimos buenos días a la primera persona que vemos. Es darse cuenta que tu destino sólo depende de ti mismo, que en realidad a nadie le importa aunque te quieran.

Soledad es elegir a cada segundo, caminar por la derecha, tomar taxi o manejar el coche, es llegar a la cama con esos mismos pensamientos que no dijimos, dándonos vueltas: pensar que tienes sed y tomar agua, pensar que tienes frío y tomar una cobija, o pedírsela a alguien.

Estamos solos y somos insignificantes, sí, pero cuando aprendes a vivir con ello es cuando mejor te rodeas de personas, buscas a aquéllas que se ven en una condición igual, porque así la independencia cobra un sentido más coherente, y no sólo en dependencia disfrazada de compañías, de amor falso. El amor verdadero llega con esta certidumbre, así ya no desearemos que los hijos sean todo aquello que no fuimos, y que sean el amor incondicional que nunca buscamos en nosotros mismos, en nuestra soledad.

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